Читать онлайн «Mi pais inventado»

Автор Исабель Альенде

UNAS PALABRAS PARA COMENZAR

PAÍS DE ESENCIAS LONGITUDINALES

DULCE DE LECHE, ORGANILLOS Y GITANAS

UNA ANTIGUA CASA ENCANTADA

UN PASTEL DE MILHOJAS

SIRENAS MIRANDO AL MAR

A DIOS ROGANDO

EL PAISAJE DE LA INFANCIA

GENTE SOBERBIA Y SERIA

SOBRE VICIOS Y VIRTUDES

DONDE NACE LA NOSTALGIA

CONFUSOS AÑOS DE JUVENTUD

EL DISCRETO ENCANTO DE LA BURGUESÍA

UN SOPLO DE HISTORIA.

PÓLVORA Y SANGRE

CHILE EN EL CORAZÓN

ESE PUEBLO DENTRO DE MI CABEZA

AGRADECIMIENTOS

MI PAÍS INVENTADO

El primer recuerdo que Isabel Allende tiene de Chile es el de una casa que nunca conoció: la «casa grande y vieja» de la calle Cueto, donde nació su madre. Esta casa, evocada por su abuelo con tanta frecuencia que Isabel cree haber vivido allí, se convierte en la protagonista de su primera novela La Casa de los Espíritus. Dicha obra vuelve a aparecer al comienzo de las fascinantes y seductoras memorias, Mi País Inventado, que ahora nos ofrece esta talentosa escritora.

Los asiduos lectores de Allende reconocerán inmediatamente a los miembros de esta familia chilena–abuelos, bisabuelos, tías, tíos y amigos-, personajes de carácter mítico que pueblan este magnífico libro. A su vez, es un retrato inolvidable de la idiosincrasia del pueblo chileno, su historia violenta y su espíritu indomable. Aunque Isabel afirma haber sido una extranjera en su propio país — «Nunca encajé en ningún sitio, ni en mi familia, ni en mi clase social ni en la religión que se me confirió» — lleva consigo hasta hoy la marca de la política, y la magia de su tierra natal. En Mi País Inventado explora el papel de la memoria y la nostalgia que le ayudaron a dar forma a su vida y a sus libros. Dos acontecimientos vitales alteran la peripatética narrativa de este libro: el golpe militar y la violenta muerte de su tío, Salvador Allende Gossens el 11 de septiembre de 1973 que la condujeron a exiliarse y a convertirse en escritora, y el ataque terrorista del 11 de septiembre del 2001, en los Estados Unidos, que suscita en ella un sentimiento de lealtad a su segunda patria. Mi País Inventado , cuya estructura sigue el funcionamiento de la memoria, recorre de acá para allá la distancia temporal en la que se acumulan las vidas pasadas y presentes de la autora. Esta obra se dirige al inmigrante, ya que refleja su experiencia y su lucha por mantener una vida interior coherente en un mundo lleno de contradicciones.

Nacida en el Perú, Isabel Allende se crió en Chile. Sus libros, La Casa de los Espíritus, De Amor y de Sombra, Eva Luna, Cuentos de Eva Luna, El Plan Infinito, Paula, Afrodita y, más recientemente Hija de la Fortuna, Retrato en Sepia y La Ciudad de las bestias, encabezan la lista de bestsellers en varios países del mundo entero.

…Por una razón u otra, yo soy un triste desterrado. De alguna manera o de otra, yo viajo con nuestro territorio y siguen viviendo conmigo, allá lejos, las esencias longitudinales de mi patria.

PABLO NERUDA, 1972

UNAS PALABRAS PARA COMENZAR

Nací en medio de la humareda y mortandad de la Segunda Guerra Mundial y la mayor parte de mi juventud transcurrió esperando que el planeta volara en pedazos cuando alguien apretara distraídamente un botón y se dispararan las bombas atómicas.

Nadie esperaba vivir muy largo; andábamos apurados tragándonos cada momento antes de que nos sorprendiera el apocalipsis, de modo que no había tiempo para examinar el propio ombligo y tomar notas, como se usa ahora. Además crecí en Santiago de Chile, donde cualquier tendencia natural hacia la autocontemplación es cercenada en capullo. El refrán que define el estilo de vida de esa ciudad es: «Camarón que se duerme se lo lleva la corriente». En otras culturas más sofisticadas, como la de Buenos Aires o Nueva York, la visita al psicólogo era una actividad normal; abstenerse se consideraba evidencia de incultura o simpleza mental. En Chile, sin embargo, sólo los locos peligrosos lo hacían, y sólo en una camisa de fuerza; pero eso cambió en los años setenta, junto con la llegada de la revolución sexual. Tal vez exista una conexión… En mi familia nadie recurrió jamás a terapia, a pesar de que varios de nosotros éramos clásicos casos de estudio, porque la idea de confiar asuntos íntimos a un desconocido, a quien además se le pagaba para que escuchara, era absurda; para eso estaban los curas y las tías. Tengo poco entrenamiento para la reflexión, pero en las últimas semanas me he sorprendido pensando en mi pasado con una frecuencia que sólo puede explicarse como signo de senilidad prematura. Dos sucesos recientes han desencadenado esta epidemia de recuerdos. El primero fue una observación casual de mi nieto Alejandro, quien me sorprendió escrutando el mapa de mis arrugas frente al espejo y dijo compasivo: «No te preocupes, vieja, vas a vivir por lo menos tres años más». Decidí entonces que había llegado la hora de echar otra mirada a mi vida, para averiguar cómo deseo conducir esos tres años que tan generosamente me han sido adjudicados. El otro acontecimiento fue una pregunta de un desconocido durante una conferencia de escritores de viajes, que me tocó inaugurar. Debo aclarar que no pertenezco a ese extraño grupo de personas que viaja a lugares remotos, sobrevive a la bacteria y luego publica libros para convencer a los incautos de que sigan sus pasos. Viajar es un esfuerzo desproporcionado, y más aún a lugares donde no hay servicio de habitaciones. Mis vacaciones ideales son en una silla